Narnia: La TV, los periódicos, y el chauvinismo.

Composición: La Mula.pe
Escribe:
Fernando Alberto Bravo Prado
Estudiante de Administración, con estudios de Lengua, Literatura y experiencia en comercio exterior.


El Perú es Narnia. Puede suceder cualquier cosa y se puede ver de todo.

Hace unos días me puse a mirar la televisión nacional, lo cual me hizo caer en la cuenta de que en el Perú ese medio no es que haya bajado su nivel, sino que simplemente ya no existe; y que lo único que hay es el vestigio de una televisión que un día fue y que ahora ya no es… el recuerdo añejo de una pantalla que languidece olvidada, oscura, y tomada por impresentables.

Veo en Narnia, tambien, a un puñado de escribidores a sueldo, a agentes especiales que matan por ser los primeros en cubrir un escandalete, a esbirros que entienden por noticia el explorar hasta la saciedad la sordidez de un crimen, la lagrima de un infeliz, el montaje mal armado de una vedette, el hambre de un miserable, la ignorancia de un iletrado… y los veo revolcarse en todo ese estiércol sin que les quede la sensación de haber sido los proveedores de atracciones de un circo romano, en el que por cincuenta céntimos, se adquiere la sangre, la estridencia, el facilismo y la brutalidad necesaria para acabar de una vez por todas con la poca dignidad que aún le quedaba al oficio de escribir. Si la gente quiere caca, caca hay que darles, eso dicen.

Aunque hay honrosas excepciones; por lo general, en Narnia no se escriben diarios: se perpetran. Atrás y como un verdadero arcaísmo, quedo el periodista crítico e independiente, el columnista que no es un servil de su empleador, el investigador acucioso que era capaz de cambiar el destino de un país con una nota. 

La entrevista ha caído en la adulación patética, concertada, sesgada y sin imaginación; las columnas de opinión se han hundido en un abismo de visiones parametradas y mezquinas, digitadas por los dueños de las empresas; la crónica sólo tiene ojos para la sordidez, la cárcel, la drogadicción, el meretricio, y la violencia. Hoy en día, y desde hace un buen tiempo, los periódicos y la televisión se sienten atraídos por la calumnia, el montaje, la ruindad, y la abyección.

Las noticias se rigen por los designios de las temporadas como si fuesen ropas, por una suerte de modas pasajeras que se van relevando cuando la gente se empieza aburrir. Cuando se cansaron de repetir el nombre del muchacho que estaba tirado en el Colca se ocuparon de la bailarina masacrada, cuando las heridas de ésta empezaron a sanar se concentraron en la jovencita que había matado a su madre con la ayuda de su enamorado, cuando ésta por fin fue condenada y por ende, dejó de vender, trasladaron su atención a la ex-vedette que se casaba por enésima vez. 

Se vende la idea de que cualquier tontería, que cualquier facilismo vulgar, que cualquier confesión ventilada desde un sillón anti-científico; forman parte de una realidad que merece verse y saberse. 
Por eso las tonterías que dice Melissa Klug salen en las primeras planas. 
Laura Bozo sigue vigente aunque ande por México.

Ahora resulta que airear las intimidades personales por plata y por rating es un acto de valentía y redención. Ahora resulta que el polígrafo nos da lecciones de entereza, ahora resulta que el que mantiene en privado su vida privada es un cobarde y no sabe nada de catarsis.

La televisión, y lo digo con todas sus letras, es una verdadera inmundicia. Ahora resulta que la ex-convicta Magaly Medina es la líder de opinión de un país donde alguna vez Haya de la Torre y Gonzales Prada soñaron con que se parezca a una república. Y es que la consigna es embotar a la gente de ideas estúpidas y corrientes, con realitys cada vez más primitivos, con imágenes vulgares y huachafas, con sonidos estridentes y frases imbéciles; el objetivo es idiotizar a su clientela hasta los límites más profundos (saben que el foso de la ignorancia no tiene fondo y que nunca llega a saciarse). Por eso es que con gran facilidad una psíquicas hace dinero con falacias telefónicas, te dicen: “Tauro: cuidado, no permitas que una tercera persona se interponga en tu relación”… enunciado que le encaja a cualquiera ser humano; por eso Gastón Acurio se cree el Simbad de la culinaria, por eso la televisión ha conseguido el objetivo de instaurar la idea de que el cebiche es el mejor plato de la galaxia, que Machu Picchu es la envidia del mundo, que todos los engreimientos de los chicos realitys son parte de nuestras vidas, que todos a los que no nos gustó la película “La teta asustada” tenemos el gusto arruinado y somos unos anti-patriotas, que la tigresa del oriente tiene el talento para participar en un fonograma, que Fujimori es inocente, que el diario “El Trome” es una joya del periodismo nacional, que todo ese chauvinismo barato auspiciado por las cervecerías, oleado por Promperu, y sacramentado por los bancos, es la reivindicación de la identidad nacional y forma parte del despegue del Perú hacia el primer mundo. 

Todo el que se atreva a negar o a desconocer a esos “íconos de la cultura” será sin duda catalogado como traidor.
Releo mis líneas anteriores y soy consciente que seré tildado de resentido social y aguafiestas. No hay problema; sé que eso va a suceder. Jamás me sumaré a ese concierto de voces que intentan repetir la letanía de que somos una maravilla, y que ser de este país es un lujo. Para ser sincero, muchas veces siento vergüenza de ser peruano, no porque desprecie la memoria de Grau y Bolognesi, o porque repudie las enseñanzas de mis maestros, o el recuerdo de mi infancia, o el barrio donde crecí, o la 
gente entrañable que llegué a conocer; sino porque el Perú, me muestra todos los días cada que camino por sus calles, a individuos de baja calidad moral, y a gente proclive a conductas estúpidas y denigrantes. Y es que todo lo endiosa esta televisión canalla; endiosan al futbolista mediocre y mercenario, al modelo descerebrado que se vende como ingenuo y sensible, a la comida que irrita las entrañas, al rating, al ex-convicto, al proxeneta que toca boleros, a la prostituta retirada que se lanza a la política, a la cantante de medio pelo que hizo una fortuna al conquistar al futbolista correcto.

No acepto ni creo en esa vil coartada de la televisión caradura que dice: “Al que no le gusta, que cambie de canal o apague el televisor”, y no creo en ese argumento simplemente porque los niños y los adolescentes no tienen la fuerza de hacer ese acto de salubridad y retirar de sus ojos ese producto. Deliberadamente están creando una generación que nunca sabrá lo que es lo malo porque simplemente nunca le permitieron conocer lo que es bueno.

Claro que existen excepciones, como es natural. Pero son muy escasas, quizás se salven un par de publicaciones, cuatro o cinco programas, nada más. A veces siento que ser parte de una minoría que se niega a escuchar esa chicha bestial, y ha renunciado a mirar ese fútbol mediocre está mal vista, que es considerada el ala inadaptada de un país que pierde todos los días un poco de su dignidad; que aquel que prefiere un buen libro a las felonías y babosadas de la televisión es un tonto, que aquel que prefiere un disco de The Beatles a los parodias mal escritas de la comicidad sabatina es un tarado, un amante de lo foráneo, un enemigo de la peruanidad.

Otra cantaleta de los patrioteros es “si no te gusta tu país vete pues, saca tu pasaje”, a esos chauvinistas les contesto: Depórtenme si pueden. 
Y mientras el publi-reportaje abunda, y mientras PPK se alía con Acuña, y mientras García se retira para sí volver, y mientras el decano y su grupo de empresas consuman otro nuevo apoyo, y un nuevo reacomodo; y mientras la gente grita la inocencia de una asesina, y berrean que no habían pruebas para condenar a esa asesina porque esperaban que el sicario le hubiese entregado un recibo que dijera: “recibí contante y sonante la suma de siete mil dólares por el asesinato de tu mamá”… y mientras la corrupción nos arredra y extingue lentamente, y mientras la hija de Fujimori nos viene a dar lecciones de democracia, y mientras Humala se sigue pareciendo al intrascendente que siempre fue, y mientras la voz del pueblo (que no tienen nada de voz dios) berrea por la liberación de Fujimori, y mientras el congreso la pasa bien porque la basura hoy se está botando en otro lado, y mientras todo eso pasa ante mi vista, alguien en mi casa ha prendido el televisor.

¿Saben quién aparece? Pues aparece Chibolín… que con una gran sonrisa completa el
paisaje narniano.