Las actuales elecciones presidenciales y congresales se vienen
desarrollando esta vez con una característica no antes vista, y esta es el
desbande de los candidatos; cada quién
se va donde su instinto o reflejo le dice tendrá más oportunidad de lograr sus
objetivos personales, familiares, amicales; las ideologías han sido puestas de
lado, los programas ni se discuten y las propuestas acaban siendo un rebuzno
monotemático. Lo único que está quedando claro es la forma personalísima y egocéntrica
con que cada uno de los candidatos está tomando estas elecciones.
Pero esto no
sucedería si funcionasen los partidos, es decir si dentro del seno de los
mismos se ejerciera la participación ciudadana, si dentro de los mismos se
obligase a militar a los que pretenden ser candidatos, si desapareciera el voto
preferencial y la lista de invitados, obligando a los ciudadanos a participar
al interior de los partidos en los debates programáticos, en la adaptación y
adecuación de las ideologías a los nuevos tiempos. La democratización de los
partidos obligaría a tener una población comprometida con la postura de sus
líderes y a los representantes elegidos a reflejar y representar los acuerdos
de las mayorías que los han elegidos.
Como vemos
entonces, esta corrida de candidatos de un lugar a otro, este buscar personajes
mediáticos, u oscuros postulantes que a todas luces dan muestras de ser narcos,
se convierten en la carta impresentable de los partidos en estas elecciones y
nos reflejan el grado de descomposición y desestructuración del tejido social por
el que viene pasando nuestro querido Perú.
La situación se
presenta gravísima cuando la mayoría de partidos no declara los gastos de su
campaña y cuando vemos con mucha preocupación acercarse cada vez más el
narcotráfico al poder. En medio de este escenario la población peruana será
obligada a decidir cuál será la agrupación política que los represente en los
próximos cinco años, con el agravante de ingresar a un mundo globalizado, en donde se
está dando aceleradamente la cuarta revolución industrial y nos encuentra con
un país desinstitucionalizado y a portas de convertirse en un narcoestado, con
una población con escaza o nula formación tecnológica y cultural, por tanto
fácil de manipular, y con cambios climáticos acelerados que requieren de mucha
inteligencia y organización.
En pocas palabras lo que se ve al frente es un
panorama en donde la violencia estará a la orden del día, la corrupción
generada por el narcotráfico seguirá arrastrando a todas las esferas públicas convirtiendo
al Perú en un país inviable, con muchos recursos para saquear pero sin futuro
político como nación.
¿Alguien discute
el Tratado Transpacífico que se va a firmar?, ¿alguien debate sobre este acuerdo
que nos amarrará a tribunales internacionales y en donde nuestra soberanía
quedará sometida a los acuerdos que estos políticos inorgánicos, tránsfugas,
desleales, angurrientos firmen con las poderosas transnacionales?