Escribe:
Carla Giannina Jiménez
Coach Ontológico y de vida
¿Cuántas veces te sentiste en la nube
cuando no sabías la respuesta a una pregunta? La salida inmediata era: “Déjame
ver, creo que sí, algo he escuchado sobre eso”, y empiezas a explicar lo que
crees, cuando en realidad no tienes ni puta idea.
Esa sensación y ese tipo de historias son conocidas
para mí, las he vivido. Me costaba admitir que no sabía, me costaba decir: “No
sé”.
Al indagar sobre este fenómeno, pude recordar
episodios en mi vida que en alguna forma marcaron mi fobia a sentirme
ignorante.
Uno de ellos fue cuando tuve una conversación sobre
la universidad en la que estudié y mi interpretación de lo que escuché fue “haber
estudiado en una universidad de provincia, te pone en considerable desventaja ante
quienes egresaron de las casas de estudio ubicadas en la capital”.
De esa interpretación hice una declaración, al
principio, inconsciente: “no voy admitir que no sé ante nada ni nadie” por
miedo a la censura, al ridículo y al miedo a “no pertenecer”.
Todo este descubrimiento vino tras una reconstrucción
lingüística que hice para encontrar la procedencia de ese miedo.
Otro momento fue durante el programa de coaching
donde me formé. En un módulo explicaron algo sobre “los enemigos del
aprendizaje”, alrededor de 18 enemigos, evidentemente el que encabezaba era el
de “la incapacidad para admitir que no sabemos” al vislumbrarlo, caí en cuenta
a cuantas posibilidades me había cerrado, al mismo sentí alivio cuando
aprendí el valor de la declaración de la
ignorancia: “no sé”
Actualmente, esta es una de mis frases favoritas;
saber que no sé y sobretodo enunciarlo me hace sentir auténtica y humilde. Disfruto
de cada situación de ignorancia, así como de declararme y reconocerme ignorante
me permite reconocer que hay tanto por aprender.
Ver video: La sabiduría del vacío