Escribe:
Fernando Alberto Bravo Prado
Estudiante de Administración, con estudios de Lengua, Literatura y experiencia en comercio exterior.
Los pastores
evangelistas son estafadores. Así de sencillo.
Su clientela es
la ignorancia, y aquellos que están dispuestos a consumir un discurso fanático,
primitivo, e irracional. Su prédica se basa en la tontería de creer que hay
alguien ahí en las alturas, dispuesto a castigarnos por las cosas que hacemos
en la vida, y en seguir a rajatabla los argumentos de un libro escrito hace
millones de años por hebreos fanáticos.
Los pastores
evangelistas son un asco. Viven de la candidez de toda esa muchedumbre que los
aplaude con fervor y les dan parte de su dinero para mantenerlos con el
estómago lleno, para vestirlos con finos ternos, para situarlos en locales full
equipo, y para brindarles una billetera bien gruesa. La estafa consiste en que
cada incauto que es entumecido con “aleluyas” y la frase “gloria a dios” repetida
hasta la saciedad, les done a fin de mes una parte de su sueldo. Son tan
comprensivos con sus víctimas que muchas veces hacen concesiones… Si no puede
ser el 10% se conforman con una suma fija y negociada, que puede ser de 200 ó
300 soles. Pregunten a uno de esos incautos si estoy diciendo la verdad o no.
Las amas de
casa, cuando se ven presionadas a “diezmar” por parte de estos estafadores, y para
no crear conflictos con sus esposos (cuando estos son reacios a la
evangelización y a entregar dinero a desconocidos) extraen el diezmo para los
pastores del diario para la alimentación de sus familias, y los entregan
clandestinamente callando estas acciones, creyendo que al dar dineros a estos
charlatanes se están ganando la gracia de dios.
La charlatanería
necesita butacas. Por eso los pastores siempre tienen locales bien montados.
Por lo general buscan ubicarse en antiguos locales de cines, los que después de
entrar en decadencia (cuando ya ni la proyección de películas porno funciona)
terminan siendo vendidos a estas asociaciones religiosas. Cuando los pastores
ocupan estos locales, primeros los remozan y los acondicionan para la
charlatanería. Compran buenos parlantes, buenos micrófonos, sendos cortinajes,
panderetas, instrumentos, alfombras; hasta que logran el escenario perfecto
para el montaje de la salvación. El negocio es su mamente rentable; la estafa tarde o temprano termina
rindiendo frutos y el dinero empieza a ingresar. Por eso es común ver a los
pastores desplazarse en buenos vehículos, predicar en locales preciosos, contar
con un aparato de organización bien estructurado, y hasta contar con el
presupuesto para tener radios y canales de televisión. Y es que la fe vende, y
es un negocio infalible. La fe y la alimentación siempre tendrán clientes
debido a una cuestión antropológica.
Por lo general,
el pastor es un ser ególatra, monotemático, y conservador recalcitrante, que
cree que en la biblia está la respuesta a todo. Los pastores son
monobibliográficos por excelencia y no tienen idea de lo que es humanismo. Ni
qué decir de los pastores de barrios pobres, los que comúnmente son
delincuentes retirados o ex drogadictos que con un discurso paupérrimo se
atreven a montar estos negocios. Igual funciona la treta. Con tres o cuatro
ideas básicas sacadas de la biblia, y con los aleluyas necesarios, al poco
tiempo ya tenemos otra iglesia nueva. El evangelismo, en el Perú, se propaga
como una plaga. No es una actividad criminal, es cierto; pero es necesario
aclarar algunos puntos.
El diezmo es un chantaje
y pocos se atreven a desenmascararlos. Los pastores no son conferencistas
calificados, son hombres comunes y corrientes que por haber leído y releído la
biblia creen tener la experticia en todos los temas de la humanidad. Nada más
lejos de la verdad, ya que en muchos temas demuestran una tremenda falta de
conocimiento y una ignorancia desfachatada. Ese es el problema de basar el
conocimiento en un solo texto. La cultura requiere acceder a fuentes más
diversas, que van más allá que el libro de los hebreos.
Por eso existen
personajes como Alberto Santana, que dice que la homosexualidad es una
aberración y un vicio sexual contra la naturaleza, por eso este sujeto se
atreve a decir que si un homosexual va a tener derechos se va a legalizar el
homosexualismo, que si el estado peruano legisla sobre la Unión Civil estaría
fomentando la homosexualidad; por eso este señor dice que no hay derecho para
la aberración sexual y se jacta de haber pactado con el fujimorismo un acuerdo
que le asegure a su secta que estas “leyes malignas” no pasarán. Por eso, y
para lavarse la cara, este personaje afirma que su postura no es homofóbica
porque puede tolerar que un homosexual le corte el cabello. Por eso este individuo
dice que su secta es tolerante con los homosexuales porque cuando uno de ellos entra
a sus locales no le dicen: “Sal, fuera de acá asqueroso, vete de aquí’”.
¿Qué puede
esperarse de un tipo que cree a rajatabla que el mar rojo de verdad se abrió?
En este país hay
libertad de expresión, y cualquiera puede decir cualquier cosa; y los pastores
evangelistas tienen todo el derecho de hablar lo que deseen. Pero cuando se
lanzan este tipo de opiniones sin argumentos, con ese razonamiento tan
primitivo y tan desinformado; es natural que afloren las opiniones contrarias,
en donde dios no tiene nada qué ver, sino el conocimiento.
Los pastores
sufren de aberración intelectual. Por eso el pastor Alberto Santana cree que si
se aprueba la unión Civil los jóvenes le dirán a sus madres: “Mamá, yo también
puedo ser homosexual porque el estado lo ha aprobado como algo natural”. Por
eso existe hasta un niño pastor, el cual me parece una marioneta ridícula que
da saltitos y ha copiado todo el histrionismo payaso de los pastores adultos.
Hasta su misma denominación de “pastores” los delata, ven a sus seguidores como
ovejas, como seres rústicos que necesitan ser direccionados todo el tiempo como
si carecieran de un cerebro humano complejo.
Si dios existe o
no, eso no me compete definirlo a mí. El caso es que estos pastores no son los
voceros de ningún dios y de ninguna verdad. Es puro negocio, pura estafa, pura
charlatanería, pura falsedad… ignorancia pura.
Aleluya.