Los Romanceros Criollos


Escribe:
Fernando Alberto Bravo Prado
Estudiante de Administración, con estudios de Lengua, Literatura y experiencia en comercio exterior.

Creo que tenía doce años cuando los escuché por primera vez. Quedé impactado. Era una guitarra tocada con “púa” (agresiva y original), eran unas voces que formaban un espectáculo coral de gran nivel; eran valses, que en su conjunto, se convertían en una suerte de deleite de guitarras, de trinos increíbles, de ataques de voz inverosímiles, de letras poéticas y melancólicas; eran valses que se transformaban en sonatas de despecho y esquina… eran Los Romanceros Criollos.   

Yo me crié en una casa donde la música criolla era parte de la cultura familiar, y su sonido tan particular y hermoso era infaltable en reuniones, cumpleaños, fines de semana, y tertulias. Me crie entre juguetes, las frases de mi madre, y los valses criollos. Por mis oídos, año tras año, pasaron sistemáticamente gran parte de las canciones del repertorio criollo y aprendí a conocer y a amar el folclore nacional costeño y a respetar a sus cultores. De todos esos años, la música de los Romanceros Criollos forman parte de los recuerdos más valiosos de mi infancia, y me remiten mágica e instantáneamente a mi barrio, a esa casa donde ya no vivo y en la que fui tan feliz, a la vereda en la que alguna vez soné con ser poeta, cuando mis escritos eran una ruma de papeles que transportaba en secreto cuando regresaba del colegio. Los Romanceros Criollos me enseñaron, desde muy pequeño, que la música criolla es mucho más que “cariño bonito” y “contigo Perú”; me enseñaron que un par de guitarras, si se tocan con calidad, pueden cambiar un entorno y enriquecer un mundo. Me enseñaron que no basta con que el verso sea de calidad, sino que el verso tiene que estar, además, inmerso en una armonía musical bien estructurada.

Voy a decir esto desde el insignificante bastión de mi melomanía: Los Romanceros Criollos son los exponentes más grandes de la música criolla, de todos los tiempos.

Lograron la excelencia en la interpretación. Lograron un todo, una cohesión, una puesta en escena, una propuesta honesta, un estilo, una opción musical ajena a los disfuerzos vocales tan típicos en canciones lastimeras. La calidad no está supeditada al virtuosismo musical, ni a recargar los compases con audacias vocales, la calidad de una obra musical pasa por su sonido de conjunto, por su colectividad. Es ahí donde Los Romanceros Criollos se hicieron únicos y legendarios.

La fuerza musical e interpretativa de Los Romanceros Criollos es tan potente como la de “The Beatles” o “Deep Purple” (cada cual en su estilo musical). Era un trío jaranero, y respetuoso de la lírica, el verso, y las características del género. Se crearon un sitial entre tanta extraordinaria competencia ("Irma y Oswaldo", "Los Embajadores Criollos", "Los Chamas”, "Los Troveros Criollos"). Emergieron del distrito del Rímac, en 1953, para hacerse legendarios; y su sonido se seguirá disfrutando mientras exista el Perú, mientras el disco aún pueda girar, mientras se pueda entender que la costa peruana tomó al vals vienés, lo adoptó como suyo, y le puso color.

Conocí a Lucas Borja (el director de Los Romanceros) allá por el 2008, en una reunión criolla que se organizó en Miraflores, ya que este maestro de la música y brillante compositor es amigo de mi padre. No sólo lo conocí, hasta me di el lujo, ese día, de cantar algunas canciones con él, y tuve el placer de esbozar la primera voz de varias canciones clásicas de “Los Romanceros” a su lado. El paso de los años no habían hecho mella de su capacidad vocal y su habilidad con la guitarra. Era como si me acabaran de presentar a Paul McCartney y que él se hubiese animado a tocar conmigo “No Reply” y “Love me do”. Cuando se retiró de esa reunión, Lucas lo hizo acompañado de Luisa Ramos, su esposa (otra extraordinaria cantante) y los vi alejarse por las calles de Miraflores; lentos, tranquilos, irregulares, abrazados (porque Lucas ya no tenía 18 años)… como si fueran realmente uno solo, en busca de su taxi. Ese día me pregunté, ¿por qué un artista de esta categoría se tiene que ir a su casa en un Tico? ¿Qué tipo de país es este en donde un modelo de TV sin cerebro se va a su casa en un Porsche?... y también sentí una envidia sana por ese amor, porque cuando vez una pareja que se abraza hasta el final, te das cuenta que el amor tiene sentido y que realmente existe.

La guitarra y segunda voz del maestro Lucas Borja le daban al grupo el soporte necesario para poder brillar (Lucas era el que le ponía la columna vertebral al trío). Julio Alvarez tenía una voz notable e inconfundible (sonora, aguda, y bella), y el toque de guitarra de Guillermo Chipana, como ya se ha dicho, era muy original (en donde la púa al chocar con el nylon le daba a los punteos un sonido inconfundible y hermoso). Quien escucha a "Los Romanceros Criollos" los distingue al instante, como sucede cuando escuchas a Santana, Los Rolling, o Los Embajadores… tenía un estilo. Eso es lo más difícil de lograr en la música.

Los Romanceros eran también la chispa rimense y la habilidad de soltar la frase de replanta perfecta y precisa. Las jaranas de los Barrios Altos y Monserrate, a las que nunca fui porque nací en otro tiempo, debieron ser memorables. Los Barrios altos, Monserrate y el Rímac son testigos de aquellas tertulias, de la gloria de que sus calles hayan sido remecidas por la fuerza interpretativa de Los Romanceros Criollos. A nosotros sólo nos queda el disco, porque el destino quiso que naciéramos después. Aún disfruto de “China Hereje” “Engañada”, “Amarte es mi delirio”, “Mi serenata”, “Sé que te casas”, “Lágrimas de amor”, entre otras, como si fuese el primer día.

El estado, le entregó a Lucas Borja “Las Palmas Magisteriales” con el grado de “Maestro”, posee la Medalla de Honor de la Cultura Peruana, y sobre todo, posee el reconocimiento de los criollos bravos, y de todos aquellos que teniendo oído (así hayamos estado inclinados a otros estilos musicales), nos pudimos dar cuenta que una joya musical se puede lograr sin tanta tecnología y sin amplificadores poderosos, y que sólo con un par de guitarras y mucho talento se puede construir una obra.


Eso es, Los Romanceros Criollos tienen una obra, mientras otros grupos sólo tienen canciones.