escribe:
Fernando Bravo Prado
El cine es un
arte al que le tengo mucho afecto. He visto toda clase de películas. He visto muchas
veces los impasables blockbusters norteamericanos de temporada, he visto las 'peliculitas' de siempre, en las que Hollywood repite hasta la saciedad las
mismas fórmulas trilladas de toda la vida; he visto esos filmes pasteurizados por
el marketing y vacíos hasta el hartazgo, y los films diseñados como un negocio
vil de caricaturas humanas.
También he
visto incontables buenas películas hechas por la industria norteamericana (sí que
las hay), y también he visto muchas obras de directores independientes que, de
alguna manera, devuelven la esperanza y me hacen pensar que el cine sigue
siendo ese arte hermoso al que vale la pena dedicarle tiempo.
El cine, al
igual que la televisión, también se ha contaminado con toda esa precariedad de
ideas que intenta captar a un público idiotizado al que hay que darle balas, sangre,
tetas, melodramas banales, terror adolescente y héroes de cartulina para que los
asistentes a las salas de cine coman canchita a precio astronómico y paguen su
entrada sin protestar. Pero, a diferencia de la televisión, el cine ha
permitido que de vez en cuando se pueda ver una producción decente, bien escrita,
bien montada, e inteligente. En la televisión esa posibilidad ya se ha
extinguido.
En el Perú
también hay una industria cinematográfica que intenta sobrevivir arrastrándose
por el lodo de la falta de ideas originales y que ha caído, como no podía ser
de otra forma, en el hoyo de las estrategias de marketing por encima del arte.
Tengo que decir
que hay una mediocridad cacasena en las producciones nacionales, las que
increíblemente son aclamadas, por supuesto, por esa antigua y multitudinaria audiencia
de Laura Bozzo y las muchedumbres de habituales espectadores del sillón rojo; basta
mirar las comedias ridículas protagonizadas por Carlos Alcántara para darse
cuenta que se puede filmar cualquier cosa, y que los peruanos, definitivamente,
se ríen de cualquier gag estúpido y elevan esos adefesios a la categoría de “comedia
inolvidable”.
Por si acaso, acá nadie está envidiando el éxito comercial de nadie; que a Tondero y a Cachín les haga un buen provecho las regalías de los Asu Mares, pero sucede que el cine es un arte, y en ese par de engendros cinematográficos el suscrito no encontró arte por ninguna parte.
Tampoco se trata de que todas las películas tengan que ser “Ciudadano Kane” o “El Padrino”, pero si la idea era entretener al público con una comedia, se pudo intentar escribir algo mejor, y no esa sarta de enredos idiotas que parecían sacados de “Risas y Salsas”.
Hasta el futbolista mediocre Paolo Guerrero (que de guerrero sólo tiene el apellido) ya tiene su película; como si se tratara de Pelé, o de Lionel Messi.
Paolo Guerrero ha sido protagonista de todas las derrotas de los últimos 10 años, y de todas las eliminaciones de los últimos 10 años, y anda tirándose por los suelos los últimos 05 años. Es especialista en una especie de juego horizontal que consiste en tirarse en el campo todo el partido, y es de los que se la pasa peleando con enemigos imaginarios en la cancha, reclamando a todo el mundo por cualquier cosa y engañando a los engañables que creen ver en él a un tipo que se entrega y mata por el Perú, cuando en realidad estamos viendo a un tipo que está estafando al fútbol, que está estafando a los peruanos, que está estafando también a los brasileños, y que está vendiéndose como el incondicional y obrero de una selección mediocre, que representa a un país futbolísticamente mediocre.
Es un falso guerrero. Es un centro delantero común y corriente que quiere proyectar la imagen de algo que no es, que cree que es el crack que tampoco es, y que goza con la idea de que muchos se estén tragando esa parodia con una facilidad increíble. Pero ya está, pronto va a tener su película el campeón de la nada, la que por supuesto, no iré a ver así me regalen una entrada. Hay cosas que por salubridad mental no estoy dispuesto a hacer.
Me importa un pepino la historia de su vida, y si fue pobre de niño, y si su mamá no tenía plata ni para cocinar… total, en el Perú de los noventas todos fuimos pobres, y no creo que tampoco se trate de una historia de glorias deportivas, porque hasta donde tengo entendido, de Europa lo regresaron con una patada en el ‘culo’ por su nivel irregular y su impulsividad pandillera. Con la seleccion nunca ganó nada, y ahora ha encajado en el fútbol brasileño (en crisis desde hace muchos años, con goleadas mundialistas vergonzosas, y de a siete, como nunca se vio), en donde es un jugador que mete un gol cada quince días.
Se cree Francisco Bolognesi en el morro, y la gente de Tondero lo cree digno de una película.
No nos engañemos, Guerrero es un producto del marketing futbolero, y una creación de los periodistas sobones que ven cracks hasta en la sopa.
Si sabe jugar al fútbol, por supuesto, no digo que no sea futbolista, pero es un nueve más que efectivo: teatral, que se vende como una estrella y como un caudillo. Todo ese caudillaje es impostado, y es parte de un montaje barato.
Al fin y al cabo, el hincha es un ser irracional que por lo general acepta todo en nombre de unos colores, lo cual hace que el círculo del engaño se cierre.
Es fácil engañar a la gente, está demostrado; atosigan a la gente con estadísticas de hielo, con goles de Copas Américas que nunca ganamos, y con goles de honor en donde no se mencionan las goleadas que nos propinaron los rivales, y todo eso suma en esa matemática absurda fabricante de ídolos.
Repiten el mismo gol noventa veces, y las cámaras enfocan al señor sudando, jadeante, gesticulando y haciendo pataletas con la camiseta de la selección sucia por el lodo como si estuviese en medio de una batalla romana, para que parezca el Ayatola Jomeini del fútbol, para que parezca una especie de caudillo que supuestamente es el salvador del fútbol peruano, el que nunca quiere perder pero que siempre pierde… y claro está, no enfocan al resto de la selección, que también suda, que también se ensucia, que también está jadeante, que tampoco quiere perder pero que también siempre pierde… y no advierten, que todos los que practican este deporte sudan, jadean, y se ensucian igual que el gran caudillo; ¿alguien juega para perder? ¿no estamos grandecitos como para que nos deje de cojudear el señor Guerrero con eso de tirarse el piso todo el partido como un lagarto?
Qué curioso, empecé escribiendo sobre cine, y terminé hablando sobre fútbol. Eso pasa cuando el marketing inunda el cine con falsos guerreros, cuando el cine se convierte - por cuestiones comerciales - en esa sucursal de la televisión mugrienta que vemos día a día.