¿Es positiva la eliminación de los movimientos regionales del panorama electoral?


Ayer los titulares en diversos diarios se centraron en otra noticia parlamentaria, que respecta a la aprobación con amplia mayoría del dictamen de los Proyectos de Ley 2027, 2067, 2225, 2287, 2303, 2343 y 6375, que plantearon la Ley de reforma constitucional de los artículos 35,191 y 194 de nuestra Constitución.

Si bien existen diversas posiciones respecto a la reelección, sobre sus beneficios y problemas, esta columna se centrará en el aspecto que no se ha analizado mucho: la eliminación tácita de los movimientos regionales.

El dictamen aprobado en la presente legislatura, modifica el Artículo 35 de la Constitución, dejándolo en los siguientes términos:
Artículo 35: “Los ciudadanos pueden ejercer sus derechos individualmente o a través de partidos políticos de alcance nacional o alianzas entre estos, conforme a ley. Tales partidos y alianzas concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular”.

Anteriormente, el mencionado artículo de la Carta Magna contemplaba también a los movimientos regionales, organizaciones políticas de carácter subnacional que, hasta la elección de 2022, formaron parte de las opciones políticas que teníamos en todas las circunscripciones del país, a excepción de Lima Metropolitana.

Se busca con esto que, a partir de las Elecciones Regionales y Municipales de 2026, solo se pueda participar a través de organizaciones políticas de alcance nacional (partidos políticos), por lo que pasaríamos de encontrar en nuestras cédulas, al menos en el Callao, solo a Alianza para el Progreso o Fuerza Popular, por citar dos ejemplos y no estarían siquiera, las organizaciones políticas que disputaron la segunda vuelta regional hace 2 años, como “Más Callao” y “Contigo Callao”.

Los movimientos regionales, cuando se originaron hace más de 20 años, tenían por objetivo convertirse en un primer peldaño para construir partidos políticos sólidos; se buscaba que organizaciones pequeñas, establecidas como movimientos regionales, puedan iniciar su vida política en una determinada circunscripción para luego, convertirse en partidos políticos de alcance nacional, situación que salvo con Perú Libre en Junín - constituido como movimiento regional y luego convertido en partido político de alcance nacional - no se repitió en otro lugar. Este escenario era previsible desde los nombres, que se relacionaban única y exclusivamente con la circunscripción en la que participarían.

Los movimientos regionales sirvieron durante muchos años, como un vehículo electoral con menor desgaste que los partidos políticos, ya que eran organizaciones políticas que en la práctica solo contaban con actividad para el proceso electoral subnacional de cada 4 años, a diferencia de los partidos políticos que, constantemente participaban de diversas elecciones, tenían autoridades electas tanto a nivel nacional como subnacional y, veían ‘su marca’ desgastada constantemente por el propio ejercicio del poder en un país constantemente convulsionado como el nuestro.

Es bajo esa línea que considero un aspecto beneficioso para la política del país que se establezca un proceso de eliminación progresiva de los movimientos regionales, abriendo paso al fortalecimiento de las organizaciones políticas de alcance nacional, evitando que, estas organizaciones políticas de carácter subnacional funcionen como un refugio temporal para diversos cuadros políticos que, buscan una agrupación con menor desgaste para beneficiarse en el desarrollo del proceso electoral. Esto por supuesto no evita que un ciudadano salte de organización política con mucha facilidad, pero es un avance importante. Pero recalco, que se establezca de forma progresiva.

Sin embargo y resulta cuestionable, que no se haya debatido a profundidad este aspecto que formaba parte de las modificaciones constitucionales y se vea limitado simplemente a un debate escueto, que incluyó quejas de congresistas por una presunta incorporación de la eliminación de los movimientos regionales, de forma sorpresiva. Además, este apuro y poco debate, genera suspicacia, ya que más que una preocupación en reformar el sistema de partidos en el país, parece ser un intento por evitar la competencia en las elecciones regionales y municipales, donde los movimientos regionales claramente triunfan con amplia diferencia.