Martín Soto Florián
Director del Grupo Valentín, Abogado PUCP, Chevening Scholar, MSc (c) Social Policy and Development London School of Economics
En un mismo partido, en una copa del mundo, Diego Armando Maradona le metió dos goles a los ingleses. Era de no creer. Frente a los tiempos complejos que se vivían, aquello no solo fue histórico sino heroico.
Tiempo después, otro genio argentino tuvo que llamarle la atención. Luis Alberto Spinetta le hizo saber al 10 que los goles no se hacen con la mano. La famosa “mano de dios” fue en opinión del flaco un mal ejemplo, no solo porque arruinó para siempre lo que fue el gol más hermoso del mundo, el segundo que Maradona hizo en ese mismo partido, sino porque le enseño a toda una generación de argentinos y latinoamericanos, que es posible hacer trampa y salirse con la suya.
Maradona, el tipo que podía hacer los goles con la nariz, con cualquier cosa, hizo el gol con la mano y le dijo a todo un pueblo que podía transgredir los pactos, las normas, meter el gol y ganar la copa.
En una República de verdad, el Congreso no se corre del proceso deliberativo y no arrastra hacia abajo a una isla de excelencia -como el Banco Central de Reserva-, con tanta impunidad. Tampoco se aplaude cuando le decimos a los jóvenes de todo el país que no importa el esfuerzo sino el compadrazgo y los acuerdos apurados abajito de la mesa.
Que el Congreso, gracias al fujimorismo, haya nombrado a los señores Rey, Cuba, Chlimper, no solo nos deja claro que tienen una idea pobre del país y sus desafíos, sino que además les importa poco defraudar a toda una generación de peruanos que pensaban que con compromiso y talento se avanza en la vida; a cambio, nos están diciendo que la viveza todo lo puede y que la mejor forma de acción política es la trampa. El problema es que ellos no son Maradona y no van a traer ninguna copa a casa. Ellos tendrían que aprender que los goles no se hacen con la mano.
SÍGUENOS EN FACEBOOK