Este año, el ambiente electoral empieza ya a manifestarse y poco a poco los candidatos para las próximas elecciones regionales y municipales, se irán perfilando. Mientras tanto, ¿qué hacemos los ciudadanos para prepararnos a emitir un voto responsable?
Para ser electo alcalde o alcaldesa, se
requiere ser ciudadano en ejercicio y tener DNI, domiciliar en la provincia o
distrito en el que postula, por lo menos dos años consecutivos, y gozar del
derecho al sufragio. Así de sencillo. Pero, ¿son realmente estos requisitos suficientes
para acceder a un cargo de tan grande responsabilidad? Obviamente no.
Si hacemos un paralelo con la actividad
empresarial —las municipalidades, de alguna manera, desempeñan similares funciones—,
veremos que al momento de elegir al mejor candidato para ocupar un determinado
puesto, los requisitos apuntan a un determinado perfil personal y profesional.
Un procedimiento similar debemos desarrollar los ciudadanos al momento de
elegir a nuestro candidato o candidata ideal.
Ahora bien, la siguiente pregunta que cae por
sí sola es cómo decidir o saber qué
candidato(a) representa la mejor opción para dirigir el destino de nuestra
localidad. Pues bien, antes que nada, es necesario ser conscientes de que
existe una estrecha relación entre ser “buenos electores” y la calidad de la
educación que se imparte en el país, particularmente, en el sector público. Además,
durante mucho tiempo, varios candidatos han podido ganar procesos electorales
debido a las decisiones más emocionales que racionales del electorado.
Nuestra currícula escolar no se centra en la
formación integral del ciudadano preparándolo para la vida, sino más bien se
centra en los aspectos cognitivos e informativos que lo califique como elemento
competitivo en el quehacer productivo. Por lo tanto, carecemos de cursos que
muestren a los alumnos la necesidad y el deber que tenemos todos de
involucrarnos con nuestra problemática, ya sea local o nacional. Como
consecuencia de esto, se tiene la
errónea percepción de que asumir conductas proactivas para mejorar nuestra
calidad de vida en comunidad es tarea exclusiva de los políticos. Craso
error: todos somos responsables, ya sea
por acción u omisión, de todo aquello que acontece en el país.
Para subsanar este vacío en la formación del
ciudadano promedio, es crucial difundir la necesidad de informarse
adecuadamente sobre el perfil que debe tener una persona que aspire a dirigir nuestra
ciudad. Este tema cobra mayor importancia en una realidad como la nuestra, en
la que prácticamente no existen partidos políticos, los cuales, por cierto,
deben ser los responsables de ofrecer a la ciudadanía candidatos probos e
idóneos. Es en esta coyuntura donde renacen los caudillos o líderes —en muchos
casos— de dudosa trayectoria que, valiéndose de dádivas y discursos
dramatizantes, logran engañar a la población para perpetuarse en el poder
utilizando toda una gama de estrategias, entre las que destaca la maniobra de
cambiar de nombre al movimiento político para aparentar que constituyen una opción
nueva, “mejor, más honesta”.
Si bien el perfil de un buen candidato o
candidata se define en base a un listado de actitudes y aptitudes, tales como perfil
académico, experiencia, liderazgo y visión, hay una tríade que constituye el pilar de un buen candidato:
credibilidad, experiencia y honradez.
De manera específica, un buen candidato debe
ser un conocedor de la problemática integral de su circunscripción. Muchas veces
los candidatos se enfocan en solamente aspectos de su interés o en los que
conoce más, desatendiendo otros que podrían ser de igual o mayor importancia
para los vecinos. Un buen candidato o
candidata debe tener una actitud transparente y ser un estudioso constante de
todo aquello que concierna a su comunidad.
Finalmente, el candidato ideal debe ser un
buen líder, que proyecte carácter, dinamismo, capacidad para trabajar en
equipo, humildad, empatía con sus vecinos y confianza, pues definitivamente es
esta la que se convierte en votos.