[OPINIÓN] La Punta: ¿gentrificación inversa?


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Por Julia Schabauer

La gentrificación es un fenómeno urbano que consiste en la revalorización de un barrio, pueblo o ciudad, como consecuencia de grandes inversiones inmobiliarias que reemplazan las viviendas antiguas o deterioradas por construcciones modernas de alto valor y que, con ello, aumentan el valor del terreno. Esto implica un reemplazo de los habitantes originarios, de bajos recursos, por otros pertenecientes a estratos socioeconómicos más altos, debido a los nuevos precios de las propiedades que están fuera del alcance de los pobladores asentados en el lugar por generaciones. Por tanto, la gentrificación no es sólo un fenómeno urbano, sino también socioeconómico y cultural.

Para los arqueólogos, los restos materiales —particularmente la arquitectura— “nos hablan”, nos cuentan su historia. A partir del tipo de construcciones de un lugar, la calidad de sus elementos y sus características estructurales, los arqueólogos podemos inferir la función del asentamiento, su estatus socioeconómico, el nivel de desarrollo cultural de su población y también podemos determinar la influencia de otras civilizaciones en el lugar. Ello es posible porque la arquitectura de un lugar, su organización y cuidado de sus espacios públicos son un reflejo de su población.

En alguna medida, los habitantes hacen las ciudades a su manera, de acuerdo a su estilo de vida. El perfil de los vecinos de una ciudad se manifiesta en las características y cuidado de sus viviendas pero también en sus costumbres y valores: contribuir con la limpieza de la ciudad y cumplir con sus reglamentos, por ejemplo, habla de vecinos educados y respetuosos.

La Punta nació como un balneario exclusivo de la aristocracia limeña y así se mantuvo en sus primeras décadas, pero nada permanece inalterable en el tiempo. Las ciudades tienen su propia dinámica: nacen, crecen y luego entran en un proceso de estancamiento y/o degradación, de no aplicarse medidas de renovación. Los ranchos fueron reemplazados por lujosas casonas de estilos europeos. Y casinos y hoteles nos hablan de su época de esplendor, pero a partir de mediados del siglo XX, a consecuencia de fuertes movimientos sísmicos y otros factores, muchas de sus típicas construcciones de madera y quincha fueron reemplazadas por nuevas viviendas, que seguían tendencias o modas arquitectónicas. El criterio de seguridad se impuso al estético.

Pero los cambios en los patrones arquitectónicos son también el reflejo de nuevas condiciones culturales y socioeconómicas. La aristocracia fue reemplazada por una pujante clase media que aún hoy en día se esfuerza por prevalecer en nuestro distrito. También es cierto que un importante sector de la población ha tenido deficiencias económicas en los últimos años, lo cual se puede observar en el inadecuado cuidado de sus viviendas, así como en la proliferación de pequeños negocios familiares, que utilizan mayormente los garajes de las viviendas para su establecimiento, configurándose así un nuevo problema que afecta la capacidad de estacionamientos del distrito.

Por otro lado, el mantenimiento y cuidado de las casonas requiere de importantes sumas de dinero . Hoy en día, varias de estas casonas, mayormente en manos de herederos que no tienen la capacidad de asumir los gastos que ellas generan, lucen descuidadas. Pero no solo es por la falta de mantenimiento adecuado, sino también por haber sido tugurizadas al dividirlas en una serie de cuartos para rentar, en algunos casos hasta a familias completas. Esto ha ocasionado que personas de bajos recursos, con otras costumbres e incluso de dudosa reputación, se instalen en el distrito generando contradicciones sociales, especialmente de convivencia. Con esto último no pretendo generar divisiones o comentarios “clasistas”, sino simplemente me limito a señalar hechos.

Asimismo, la proliferación de añadidos en las azoteas, hechos mayormente sin considerar las características de las fachadas, utilizando materiales diferentes, baratos y sin el debido asesoramiento de especialistas, han tenido también un impacto negativo en el paisaje urbano. Estos añadidos han sido hechos ya sea por el crecimiento de la familia o para alquilar y obtener así un ingreso adicional en hogares con situaciones económicas complicadas. Esta es una realidad que se viene presentando desde hace varios años y su atención por parte de las autoridades resulta impostergable, ya que afean la ciudad y afectan negativamente el valor de los inmuebles del entorno.
Otra mala costumbre que impacta negativamente en la estética del distrito es pintar “por zonas” las casas que comparten las mismas fachadas y el reemplazo de elementos arquitectónicos, como puertas o ventanas por otros que no guardan relación con el conjunto o el estilo de la construcción.

A esta realidad arquitectónica se añade la limitación del espacio para crecer. En el Plan de Desarrollo Concertado 2004–2015, los vecinos reafirman el carácter residencial del distrito; sin embargo, los pequeños negocios han ido proliferando por el distrito sin mayor planificación y las autoridades, atendiendo las necesidades económicas de la población, han dado las facilidades del caso. Hoy en día, un importante sector de la población está rechazando los impactos negativos que ciertos negocios ocasionan en el vecindario. La Punta está llegando a su punto de quiebre. Debemos replantear nuestro futuro sin perder nuestra identidad.

La adquisición de casonas históricas que ameriten ser conservadas por el Gobierno Regional para su reutilización, es una tendencia mundial en el tema de conservación del patrimonio. Igualmente, el Gobierno Local debe ejercer su autoridad en cuanto al cumplimiento de las normas que le permiten exigir el debido cuidado y pintado de fachadas, así como el control absoluto en las modificaciones o ampliaciones de las viviendas y las subdivisiones internas. Asimismo, es una necesidad redefinir y cumplir estrictamente la zonificación del distrito. No tenemos terrenos disponibles para construir en las zonas comerciales pero sí casonas irrecuperables que en este caso bien podrían dar paso a nuevas edificaciones para fines de negocios.

Seguridad, orden, limpieza y tranquilidad son valores de vital importancia para el vecino punteño. Todo trabajo de planificación y  renovación urbana a mediano o largo plazo debe tener en cuenta esto. Y los vecinos deben ser conscientes que mantener la belleza, la armonía y el desarrollo sostenible en nuestro distrito, es tarea de todos. Un distrito visualmente agradable, con sus espacios públicos y naturales bien cuidados, donde se respetan los cánones de la estética, incide positivamente en la calidad de vida de sus habitantes y mantienen el valor del terreno y de los inmuebles.


La getrificación es un fenómeno  que genera controversias por las implicancias que conlleva en las ciudades intervenidas, pero en general revaloriza lugares abandonados y empobrecidos. No permitamos que en nuestro distrito este proceso ocurra al revés.